Hoy, nuevamente, estamos haciendo memoria y honrando a los héroes de nuestro tiempo que no dudaron en poner el cuerpo. Estamos mirando en cada rostro un pedazo de nuestra historia reciente que nos invita a reflexionar profundamente sobre lo que nosotros damos. Sobre lo que ponemos en la construcción permanente y continua de nuestra historia como país. Porque la historia es para hoy y nuestro hoy se plasmará en los libros que aún no fueron escritos.
Que no sea un día más de una conmemoración más que lentamente se nos cae de las manos en el ritual de las ofrendas florales y los actos vacíos y secos de valor actual. Que esos rostros nos interpelen, nos impulsen y nos guíen.
Con el ejemplo, la memoria y el mensaje de nuestros muertos, los argentinos necesitamos empezar a renacer, a vivir más vida hoy. Necesitamos reflexionar aceptando la realidad que tenemos para poder cambiarla. Necesitamos tomar ese impulso que nos permita empezar a vivir por nuestro país hoy, porque ellos trabajaron para la vida.
Para construir el terruño que de verdad deseamos, tenemos que empezar a vivir para dar más, todos juntos, porque todos somos corresponsables. Porque la vida nos invita al compromiso común por el bien común.
Ellos dieron la vida por defender nuestro suelo, nuestra soberanía. A nosotros nos toca darla día a día en las cosas pequeñas, en lo cotidiano, acompañando a otros rostros que hoy nos miran con los ojos hambrientos del 32 por ciento. Nos toca levantarnos con la alegría de saber que trabajamos para lo mejor y acostarnos con la conciencia de que lo realizado cada día construye la suma de las grandes obras.
Nuestro accionar cotidiano es la honra genuina a nuestra historia y también la memoria verdadera. Solo así, estaremos siendo justos con quienes fueron necesarios.