Los números suenan contundentes: 19 millones de pobres y 5 millones de indigentes. Esa es la única foto que debe importar de la Argentina.
Desde la asunción del Presidente Alberto Fernández hasta la última medición de pobreza dada a conocer por el INDEC los pobres se habían incrementado a razón de 2.600 por día y en número de indigentes a razón de 1.300 diarios.
El dato es (en el mejor de los casos) absolutamente desolador.
El “Estado presente” ha sido la bandera kirchnerista que nos ha llevado a la más absoluta derrota, al más absoluto pobrismo y al más absoluto subdesarrollo.
Han estatizado todo lo que la política les ha permitido. Desde Aerolíneas Argentinas (que hoy pierde a razón de dos millones de dólares por día y que lo subsidian con sus impuestos muchos de aquellos que jamás conocerán lo que significa volar) hasta el sistema de jubilaciones privado convirtiendo el esquema previsional en uno de los peores del mundo. Esto es el Kirchnerismo: estatización, pobreza y fracaso.
Estos días no tuvieron mejor idea que pensar en ir un poco más allá en este lento pero firme camino hacia el modelo venezolano: la creación de una “Empresa Nacional de Alimentos” (incluso ya tiene su nombre: ENA) donde se pretende concentrar el control de la producción, control, distribución y demás cuestiones inherentes a los alimentos.
Parece ser que según el Gobierno esta es la verdadera solución para todos los problemas inflacionarios que aquejan a la República Argentina.
Si se analiza lo que ocurrió en el país en materia inflacionaria durante los últimos 20 años y se lo compara con países que tienen una “Empresa Nacional de Alimentos” y con los que no la tienen, uno logra toparse con datos sumamente interesantes.
En los últimos 20 años Chile tuvo una inflación acumulada del 90 por ciento, Bolivia del 138 por ciento y Perú del 67 por ciento.
Estos tres países no tuvieron una empresa del estado que monopolice la vida de los alimentos. Del otro lado se encuentra Venezuela, que desde hace algunos cuántos años tiene en funcionamiento el control estatal de alimentos: su inflación en los últimos 20 años ha sido del 260.000.000.000%.
Este dato implica que si nuestro país hubiese tenido en estas dos décadas la inflación venezolana hoy el kilo de tomates en la Argentina no se conseguiría por 300 pesos sino que su precio sería de un poco más de 1.500 millones de pesos.
Es evidente que con la nacionalización de los alimentos el chavismo lejos estuvo de controlar el descontrol inflacionario.
La Argentina está hoy a mitad de camino: la inflación acumulada durante las últimas dos décadas ha superado el 11.000 por ciento.
Con este incremento de precios hoy el gobierno plantea como solución lo que a Venezuela lo terminó de hundir en una hiperinflación. La condena está asegurada.
Hoy la Argentina navega entre la pobreza y la miseria más absoluta, con una Corrientes bajo fuego y un país que no encuentra su rumbo y donde buena parte de la sociedad no da más.
Como respuesta a esto parecen solo ofrecer viejas recetas del pasado, esas que siempre se han destacado por su más absoluto fracaso. Creer que se puede salir adelante ahogando más al sector privado es pretender que salir de un pozo cavando cada vez más.