Tras el debate legislativo que permitió aprobar el acuerdo con el FMI, el presidente Alberto Fernández parece haber ganado más aliados afuera que dentro de sus propias filas. Esto permitió que el Congreso de la Nación vuelva a ser el espacio de formulación de acuerdos políticos.
A la sorpresiva renuncia del presidente del bloque oficialista dentro de la Cámara de Diputados, Máximo Kirchner, le siguió una difícil negociación sobre el texto del acuerdo, que finalmente se tradujo en una formal y limitada aprobación de lo negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Aun a regañadientes, la media sanción que acompañaron propios y ajenos de Diputados trajo la primera coincidencia colectiva en mucho tiempo: la necesidad de evitar el default de nuestro país.
Sin embargo, en el debate en el Senado el disciplinamiento kirchnerista adquirió mayor fortaleza y sus legisladores hicieron de su voto negativo al proyecto una señal de obediencia y beneplácito a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, reconociendo públicamente la distancia que separa a ambos mandatarios argentinos.
Al mismo tiempo, la promesa de una “guerra” contra la inflación declarada públicamente por el Presidente no tuvo el eco esperado entre los soldados de la vicepresidenta. El ensordecedor silencio de este sector de la alianza oficialista hace pensar más en un incorrecto uso del término beligerante por parte del Presidente que en exitosas medidas para contener una inflación desbocada.
A poco más de la mitad del inicio de su gestión, el Frente de Todos encuentra cada vez mayores dificultades para maquillar sus divisiones y diferencias, atomizando su poder de unidad frente a pequeños espacios de disputa de mando diseminados a lo largo de los distintos ministerios y demás unidades jerárquicas que rinden disciplina al Presidente, por un lado, y a la vicepresidenta, por el otro.
De esta forma, no solo el adverso resultado eleccionario sufrido en 2021 profundizó la distancia entre ambos referentes de la alianza, sino que en paralelo, el debilitamiento que el propio oficialismo muestra entre sus legisladores le ha hecho perder el control sobre el Congreso de la Nación al Poder Ejecutivo.
Pero lejos de presentarse como un fatídico escenario, la ausencia de un control jerárquico desde el Ejecutivo hacia el Congreso permite revitalizar la verdadera función legislativa: el debate, el control y la creación de una agenda propia, más cercana a los problemas reales que a la parcializada idea que el Presidente y su Gabinete tienen sobre estos y la vida en el interior del país.
El equilibrio de fuerzas políticas dentro del Congreso pone al oficialismo y a la oposición en una obligada posición de negociación, en la necesidad de generar acuerdos, y esto, contrario a lo que suele pensarse, no trae consigo un bloqueo a la gestión presidencial, sino la construcción y formulación de políticas más legítimas y más democráticamente fundadas.
Recién iniciado el nuevo año legislativo, le reconfiguración de fuerzas dentro del Congreso abre un sinfín de oportunidades para recuperar el valor de lo colectivo, con la generación de una agenda más dinámica y que permita traer desde el profundo interior del país aquellas necesidades que no pudieron perforar el duro escudo del Gabinete nacional.
En este escenario, Juntos por el Cambio tiene un crédito a favor de su electorado que no puede permitirse dilapidar en discusiones internas. Tenemos frente a nosotros una invaluable posibilidad reemplazar el verticalismo ejecutivo por la transversalidad legislativa; esto es, retomar el debate dentro del Congreso de aquellos temas que durante dos años el oficialismo insistió en invisibilizar con una agenda propia.
A la lista de proyectos presentada por el presidente Alberto Fernández el 1° de marzo en instancias de inaugurar un nuevo año legislativo, hoy podemos sumar las históricas deudas del federalismo, la creación de medidas para combatir las asimetrías del desarrollo provincial y local, la modernización del sistema electoral con la implementación de la Boleta Única, la emergencia educativa y el reemplazo de la asfixia tributaria por incentivos a la producción.
Entre las sombras de un conflicto de poder, el Congreso se fortalece. Después de todo, la historia nos enseña que de las crisis nacen las oportunidades.