BUENOS AIRES (NA) — Apenas iniciado el desembarco argentino en las Islas Malvinas, todas las alarmas se encendieron en Londres. Sin capacidad de respuesta militar inmediata por la enorme distancia entre el Reino Unido y el archipiélago del Atlántico Sur, se envió un telegrama al entonces gobernador isleño, Rex Hunt, para darle una sugerencia que podía complicar la operación de las tropas continentales, pero el destino quiso que ese mensaje nunca arribara a Puerto Argentino.
Aquel viernes 2 de abril de 1982, el destructor ARA Santísima Trinidad concretó la “Operación Rosario”, la punta de lanza de la recuperación del territorio ocupado por el Reino Unido desde 1833.
Al enterarse de la iniciativa militar adoptada por la Junta Militar argentina, en Londres comenzaron a analizar el panorama, sabiendo que la logística de las tropas británicas no podía responder de manera inmediata por los 12 mil kilómetros que separan al Reino Unido de las Islas Malvinas.
Por lo tanto, cualquier operación para hacer frente a los soldados del Regimiento de Infantería 25, al mando del teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, iba a tener que ser ejecutada por los Marines británicos que estaban asentados en el archipiélago del Atlántico Sur: eran apenas 66.
Ante esa situación, el entonces jefe del Foreign Office, Peter Carrington, acudió a sus conocimientos militares y estudió las posibilidades que había junto al ministro de Defensa, John Nott. Carrington, formado en el Ejército británico y veterano de la Segunda Guerra Mundial, envió rápidamente un telegrama a Rex Hunt para darle una alternativa que podría complicar los planes de las Fuerzas argentinas.
“Aunque finalmente es un asunto que depende de su juicio, tiene discreción mía y del secretario de defensa para volar la pista de aterrizaje si puede hacerlo, para evitar que se use después de la invasión para reabastecer a una fuerza de invasión”, fue la propuesta -secreta- del titular del Foreign Office. Años después, con la desclasificación de archivos salió a la luz este documento en el que se puede leer una anotación hecha en lápiz: “Este telegrama nunca fue recibido”.
En caso de haberse podido llevar a cabo la propuesta de Lord Carrington, la Argentina habría tenido serias complicaciones para trasladar a sus tropas, ya que sin pista de aterrizaje no podrían operar los aviones Hércules que llevaron a cientos de soldados a combatir y todo se tendría que haber hecho a través de barcos.
Sin embargo, el destino quiso que ese telegrama nunca llegara a Port Stanley (Puerto Argentino) y el aeropuerto, que había sido construido por la Argentina a comienzos de la década de 1970, se mantuvo intacto y pudo ser utilizado para el aterrizaje de los Hércules y como base de operaciones de los aviones FMA IA-58 Pucará, los Aermacchi MB-339 y los T-34 Mentor argentinos.