Que algunos vecinos hayan decidido meterse al río Neuquén, para rescatar las cajas de zapatillas que comenzaron a flotar tras la caída de un camión puede resultar “grotesco” y hasta “pintoresco”, a la hora de los comentarios en el facilismo de las redes. No obstante, tiene un costado a todas luces penoso: el de las zapatillas en los tiempos de Alberto.
A fuerza de impericia para ponerle freno a la inflación y de incapacidad política ante el desenfreno de los precios, las zapatillas que para los jóvenes ya eran objetos de culto, se convirtieron en bienes suntuosos. Tanto que llevan sin escalas a la frustración por el simple e indignante hecho de no poder comprarlas.
Hoy unas buenas “llantas”, como les dicen los pibes, superan los 30 mil pesos; y sin son de modelos medianamente top de las grandes marcas, sobrepasan el precio de un alquiler. Eso las torna inalcanzables para sus padres, aunque hagan horas extras o sacrifiquen al asado en los altares del arroz y la polenta.
Seguramente habrá quienes digan que es de frívolos soñar con unas buenas zapatillas. Pero para los pibes, no lo es. Y para los padres que no les pueden dar el gusto, menos.
Para colmo de males se alejan cada vez más, con cada tarascón al bolsillo; que la nafta, que el pan, que la luz o que el gas, y como eso, todo. La inflación de abril alcanzó la absurda cifra del 6% Hoy hay quienes roban zapatillas (en las madrugadas post boliche) y quienes las tienen pero no se animan a usarlas de noche. En verdad, los tiempos de Alberto, las zapatillas no tienen nada de pintoresco. Y eso que Neuquén es una de las regiones del país en las que mejor se vive, quizá la mejor.