BUENOS AIRES (NA) — Mientras desde el Gobierno se asegura que el congelamiento del nivel de consumo en supermercados que, según el INDEC, se registró en marzo pasado no es más que un dato circunstancial del tercer mes del año y no da para pensar en una tendencia, consultoras y empresas ya advierten que se comienzan a hacer más evidentes los efectos de la inflación.
El jueves pasado, la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, afirmó que en el Gobierno “no hay ninguna preocupación” por el estancamiento de la actividad en los supermercados, una postura diferente a la que muestran los privados ante la misma situación.
“Lo que se comienza a ver ahora es un proceso hacia la baja. Hoy es difícil determinar a qué niveles se podrían llegar, pero lo que se ve es una tendencia negativa tanto en el consumo como en la actividad”, sostuvo a NA el economista Lorenzo Sigaut Gravina, de Analytica.
Esto tiene que ver, según los especialistas, en que las últimas mediciones “se hicieron contra meses de mayor contracción en algunos sectores”, a raíz de las restricciones que todavía pesaban a raíz de la pandemia, pero que ahora comienzan a ser comparados con períodos “más normales”.
Las estimaciones privadas estiman que, dentro de esa tendencia a la baja o de estancamiento, se dará también cierta volatilidad.
Estos movimientos podrían estar relacionados con aquellos meses en particular en los que algún gremio en particular reciba algún aumento pautado en paritaria o alguna compensación extra, lo que podría empujar hacia arriba el índice general.
De todos modos, los especialistas apuntan que esto no será una constante, sino “cuestión de momentos en particular”.
Del lado empresario los cálculos son similares: empresarios consultados afirmaron que todavía no tienen previsiones concretas respecto de cuánto podría ser la baja del consumo, aunque sí reflejan que ven ese menor ritmo de ventas, lo que también tendrá un impacto obligado sobre el nivel de actividad.
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que realiza el Banco Central, la Argentina registrará este año un crecimiento del PBI del 3%una cifra que ya estaría por debajo del programa acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde se pautó que se mueva entre 3,5% y 4,5%.
Si se confirma la tendencia de consultoras y empresas, esa marca se podría complicar todavía más.
Los últimos números del Indec sostienen que la economía se contrajo en marso pasado 0,7% mensual, en tanto que se estima que en abril podría lograr un apunte de apenas 0,5%.
Todo esto podría llevar de la mano a otro efecto no deseado.
Las empresas entienden que, ante la baja de consumo y actividad que se prevé, también se podría resentir el ritmo de toma de personal, un área que ya de por si se encuentra reprimida.
El motor central de toda esta situación, sin dudas, es la inflación. En abril pasado se plantó en 6% y redondeó un 58% en el último año –la más alta en 30 años, y el Gobierno planteó en varias ocasiones que para mayo y los meses siguientes caería hasta moverse cerca de 4%.
Los privados siempre entendieron que esto se trataba más de una declaración tendiente a bajar las expectativas inflacionarias que de una posibilidad cierta, y el jueves Cerruti admitió que en mayo la inflación “va a ser un poco más baja” que la de abril, que marcó un 6%.
En esta oportunidad los analistas están de acuerdo con esa visión, aunque las perspectivas respecto de mayo vuelven a alejar a las puntas, ya que el Gobierno vuelve a insistir con un 4%, mientras que los analistas se mueven entre el 5% y el 6%.
La expectativa para el segundo semestre es clave. Tanto el Gobierno como las consultoras dicen que se podría ver una desaceleración de la inflación, aunque los funcionarios muestran más expectativas a la baja que los privados.
Según los analistas, hoy el piso de inflación anual ya toca el 70%, aunque para lograr esto habrá que lograr que el IPC no se aleje del 4% en el resto del año.
“Si esto no pasa, ya tendríamos que estar hablando de otra cosa”, sostiene Sigaut Gravina.
Y el temor que aparece aquí es el efecto que puedan tener tanto los incrementos salariales que se vayan aplicando durante el año, además de las cláusulas de revisión que se pactan en las paritarias.
“La masa salarial representa cerca de un 60% de nuestros costos. Por esto, para nosotros es imposible no trasladar las subas de haberes a nuestros precios finales. Siempre algún efecto tienen”, dijo a NA un empresario que cerró con el gremio de su sector una pauta cercana al 60%, aunque deberá volver a negociar antes de fin de año.
Además, a esto se le deben sumar los incrementos de las tarifas que arrancarán a partir de junio, que también tendrán un efecto sobre la inflación en general.