NEUQUÉN (ED). — El cambio de nombre que le imprimieron o pretenden imprimirle al Día del Niño parece una mueca grotesca de una realidad absurda. Pero es peor que ello. Es el fracaso de una serie de acciones en las que se dilapidaron millones, mientras avanzaron aquellos dramas a los que es imperioso combatir, entre ellos la vulneración de los derechos básicos.
Desde hace ya algunos años en el país se imponen o se intentan imponer expresiones como día de las infancias o vocablos como niñeces, niñes y otras deformaciones del lenguaje. Pero mientras se desperdician recursos y tiempo en estos fanatismos de las modificaciones superfluas, avanzan las desigualdades, que no están de más repasar. Especialmente en la previa de este Día del Niño en el que vaya a saberse cuántos no tendrán juguetes o un plato digno de comida.
A mediados de febrero último, UNICEF difundió un informe según el cual dos de cada tres niños de la Argentina (66%) son pobres o están privados de derechos básicos, como el acceso a la educación, la protección social, a una vivienda o un baño adecuado, al agua o a un hábitat seguro.
En total, son aproximadamente 8,8 millones los niños que padecen tales carencias, se expuso en el informe. “La magnitud y persistencia de la pobreza generan la necesidad urgente de proteger las partidas presupuestarias destinadas a infancia y adolescencia”, afirmó Luisa Brumana, representante de UNICEF Argentina.
Es indispensable que esas partidas lleguen a quienes tienen que llegar y no se dilapiden en cuestiones que lo que único que hacen es alimentar debates estériles, cuando quienes deben alimentarse como corresponde son los pequeños.
Este domingo, cuando las desigualdades pongan una vez más de manifiesto las injusticias sociales que se propagan a lo largo y ancho del país, el mandato de la época llevará a muchos a saludar a todes les niñes, en el día de las infancias“. Pero, habrá que recordarlo, eso no servirá para llenar la panza.