NEUQUÉN (ED) — El fenómeno Milei se puede abordar o intentar explicar desde distintos ángulos. Uno, el más simple, radica en el hartazgo liso y llano de un sector ampliamente mayoritario de la sociedad respecto de los padecimientos que genera esta economía inflacionaria, en virtud de la cual no sólo es imposible conseguir un alquiler a precio razonable, sino también llenar el changuito en el supermercado.
Otra, un poco más compleja, sería la construcción de un monstruo que se les fue de las manos. Hay quienes ubican al Dr. Frankenstein en los medios hegemónicos porteños, llamados a multiplicar voces contra sus enemigos K. Pero también están los que sostienen que el monstruo fue concebido en un laboratorio peronista, para restarle entidad a Juntos por el Cambio, en especial al PRO. Ambos postulados son atendibles y ninguno de ellos es descabellado. Construcciones de ese tipo son habituales y hasta naturales en la política.
A Milei lo apoyan los ricos, dicen. Pero también muchos pobres. A Milei lo apoyan los jóvenes, dicen. Pero también infinidad de mayores. A Milei no se le conocen cuadros ni estructuras y sus propuestas son algo flojitas de papeles (en especial la de la dolarización de la economía). Milei dijo que era hincha de Boca, pero que se hizo de River. En fin, la gran habilidad que tuvo y tiene Milei fue y es la de pararse fuera de vieja grieta, que tiene harta a la sociedad y a la que muchos acusan como la gran responsable de este presente espantoso.
Es cierto que Milei abrió su propia grieta contra lo que llama la casta, pero al menos su grieta es nueva. De ese modo, empujó al pasado a quienes se alimentan de viejos rencores. Se presenta como el futuro y la ausencia de currículum político lo tornó en un candidato difícil de contrarrestar. No se le pueden achacar errores, por el simple hecho de no gobernó ni siquiera una comisión de fomento.
Es loco pero no boludo, se dice en el barrio. Votó positivamente el proyecto que libera del Impuesto a las Ganancias a la inmensa mayoría de los trabajadores argentinos. Fue coherente con lo que había dicho. Y sus adversarios tendrán un asunto menos para reprocharle en el debate.