NEUQUÉN (ED). — El indignante e inadmisible asunto de las licencias truchas no es nuevo. Por el contrario, se prolongó durante años (décadas podría decirse) al amparo de perniciosas costumbres a las que la actual gestión de gobierno decidió ponerles fin para borrarlas de un plumazo.
En el epílogo de la semana que acaba de terminar el tema volvió a los primeros planos, cuando el Ministerio Público Fiscal informó sobre los allanamientos en el consultorio de un psicólogo de Andacollo, que había firmado unos 800 certificados de licencias a docentes de distintas ciudades e la provincia de Neuquén, incluida la capital.
El secuestro de distintos elementos de prueba permitió constatar que este sujeto otorgaba licencias con fechas a futuro, por lo que hay motivos para sospechar que se movía en el repudiable terreno de las licencias truchas. La investigación recién comienza, pero las pistas lo acorralan.
Lo nuevo es que, según se supo, los investigadores van a analizar las cuentas bancarias del psicólogo, también sus registros en Mercado Pago, el teléfono y las cuentas de mails. Así se sabrá si efectivamente cobraba por presuntas maniobras fraudulentas y eventualmente se conocerá quienes les pagaban para obtener las licencias y no ir a trabajar.
Ahora bien. Si se confirma que las licencias eran efectivamente truchas y se sabe quiénes las compraron, estos deberán ser despedidos inmediatamente del Estado, sin indemnización y sin derecho al pataleo, porque quedará en evidencia que le robaron al Estado y, por ende, a la sociedad toda. Durante años, el dinero que se llevaron los vagos e inescrupulosos faltó en áreas esenciales.
La nueva gestión provincial había tomado nota de las irregularidades que se venían sucediendo; y es por eso que, de entrada, atacó a los vicios de la vieja política. Redujo la cantidad de camionetas, obligó a que devolvieran los teléfonos (había ex funcionarios acostumbrados a llevarse lo que no era de ellos), les cortó los subsidios a sujetos que vivían en Chile, también a los que trabajaban en el Estado, y se embarcó en un plan de austeridad. Fue un punto de inflexión; un antes y un después.
También puso en marcha controles de asistencia (cosa que antes no pasaba) y los extenderá a cada uno de los ámbitos del Ejecutivo, para erradicar de una vez todas a los ñoquis. Esto de las licencias aparentemente truchas es una oportunidad. Y aunque la persistencia de la burocracia torne difícil y hasta agotar luchar contra las mañas enquistadas, hay que seguir adelante y sancionar a quien corresponda.