Es preciso ser en extremo severos con quienes llegan desde otras latitudes por narcotráfico o cometer otros ilícitos.
NEUQUÉN (ED) — Durante la tarde del lunes la sociedad neuquina se sorprendió con una noticia, que hizo que la Policía y las autoridades de Seguridad se golpearan el pecho, plenas de orgullo. No era para menos, ya que se trataba del histórico secuestro de unos 30 kilogramos de cocaína. No obstante, el caso reveló una pesadilla que requiere especial atención: la de los delincuentes que llegan desde otros países a sembrar el dolor y hasta la muerte a Neuquén.
La droga estaba oculta en los paneles de las puertas de un Peugeot 3008, que conducía un sujeto identificado como Alexis Torales Portilla, paraguayo de 26 años que había fijado residencia en Cipolletti. El delincuente esquivó un control policial en el Oeste de la capital neuquina, realizó disparos con una pistola 9 mm y fue luego atrapado.
Los policías lo pusieron a disposición de la justicia y pasó algo insólito. Lo demoraron el sábado, los judiciales ordenaron liberarlo, se tomaron el fin de semana para descansar y cuando les dieron a los policías el permiso para revisar el auto, estos encontraron las drogas. Ya era lunes y el paraguayo se había fugado. Una locura.
Unos días antes, había caído la banda de los chilenos, compuesta por malvivientes que cruzaron la cordillera para robar en La Anónima de Plottier y en el Atelier del Peinador. Los demorados fueron cinco. Los fiscales constataron que dos de estos sujetos ingresaron de manera ilegal al país, por lo que pidieron que queden detenidos por 30 días, hasta tanto se completen los trámites administrativos para que sean deportados a su país de origen.
La justicia debe ser en extremo severa con quienes vienen a delinquir a esta tierra de oportunidades. Se sabe que, a lo largo de las décadas, en realidad de la historia, las fronteras han sido un colador y es hora de poner las cosas en orden para proteger a la población.