En un contexto novedoso para el país en general y para las provincias en particular, el gobernador de Neuquén, Rolando Figueroa, escribe su propio manual y ratifica un rumbo que -hasta ahora- le ha dado buenos resultados en su objetivo de mejorar las condiciones de vida de la sociedad en su conjunto. Tanto que acaba de ingresar a una nueva etapa, en esto de ordenar para redistribuir.
La herencia que encontró en diciembre es por todos conocida, como también lo son las fórmulas que aplicó ni bien asumió en sus funciones. En Salud, cambió los botiquines vacíos por insumos, y la falta de personal por incorporaciones; en Educación reemplazó las urgencias por becas; en Infraestructura extendió pavimento sobre las rutas y en Seguridad reforzó a la Policía y la dotó de herramientas.
Estas y otras acciones tuvieron su correlato en un programa (aún vigente) de austeridad y de eliminación de gastos innecesarios del Estado, que incluyó la expulsión de ñoquis, vagos e indisciplinados empedernidos, exponentes de un ecosistema dañino y parasitario, varios de los cuales fueron noticia a lo largo de la última semana. Los pusieron de patitas en la calle y la sociedad lo aprobó. Durante años, el Estado dilapidó recursos en indeseables. Afortunadamente, ya no más.
El trabajoso pero evidente equilibrio con Nación (en el que se alternan buenas y de las otras para ambas partes) encuentra a la gestión de Rolo -su cargo no lo ha despojado del apodo- en un momento de construcciones a las que es difícil encontrarles precedentes.
Por primera vez en la historia (o, al menos, por primera vez en mucho tiempo) todos y cada uno de los perfiles que tiene la provincia -bien definidos pero integrados entre sí, a partir de la regionalización- están representados en la construcción del presupuesto, cuyo eje medular apuntará al concebido objetivo de lograr el desarrollo equitativo y equilibrado de toda la provincia.
Esta vez, el presupuesto (o ley de leyes) se confecciona desde el interior hacia la capital. En el terreno, no en el escritorio. Y de eso se ocupan los ministros Juan Luis Ousset y Julieta Corroza, quienes escuchan de primera mano el aporte de ideas de los jefes comunales de cada pueblo, ciudad y localidad, que son fundamentales en esta nueva etapa por la que ha comenzado a transitar la gestión, en contacto directo con los neuquinos.
Los ministros -primerísima línea en el universo de Neuquinizate- estuvieron en Limay Centro, Vaca Muerta, Alto Neuquén (Norte) y Centro, donde dialogaron sobre las necesidades, expectativas y proyectos de cada una de esas regiones. Lo hicieron mientras Figueroa estaba en Brasil, explicándoles a los empresarios cariocas las bondades de Vaca Muerta, junto con el intendente Mariano Gaido. El gobernador no sólo se propuso llevar el gas a las localidades neuquinas que hoy no lo tienen, sino también exportar el excedente (que por cierto es tanto, que resulta incalculable).
La construcción de políticas de Estado junto al máximo referente que hoy tiene el Movimiento Popular Neuquinoa (MPN) es precisamente otro de los capítulos del manual de Figueroa, quien ha logrado el crecimiento del empleo, la conversión de planes sociales en capacitaciones para la inserción laboral; y ha conseguido, además, el aporte de las grandes operadoras del petróleo y gas para el financiamiento de las becas estudiantiles que benefician a neuquinos desde el jardín de infantes a la educación superior.
La provincia ha cambiado. Los ñoquis están en retirada (obligada), las localidades del interior han alcanzado un protagonismo inusitado y la prolijidad -tanto en las cuentas como jurídica- genera la confianza no sólo de las compañías hidrocarburíferas dispuestas a invertir, sino también de organismos internacionales de crédito.
Estos y otros logros de gestión son producto, entre otras cosas, de la consolidación del frente de partidos que lo depositó en Roca y Rioja y que, en cuestión de meses, comenzarán a alternar sus obligaciones de gestión con el armado de las estrategias para lo que viene.