En el marco de un estudio que está realizando el Centro de Investigaciones Sociales (CONICET/IDES) sobre las consecuencias del aislamiento social, observamos que el mayor reto doméstico que plantea la cuarentena es enfrentar el tiempo vacío.
En alguna de las entrevistas realizadas en la ciudad de La Plata, se desprende que el tiempo vacío, en rigor, es un tiempo lleno, pero lleno de lo mismo, la misma actividad o las mismas personas.
Un tiempo monótono, indiferenciado, como lo advierte otra de las calificaciones que utilizan tanto quienes la sufren, cuanto quienes señalan haberle encontrado la vuelta y hasta disfrutarla: la cuarentena como eterna.
Porque la eternidad no es solo larga, sino, sobre todo, igual a sí misma, homogénea.
Muchos entrevistados y entrevistadas han pasado momentos en que no supieron en qué día vivían, y en ocasiones también confundieron las horas del día.
Semana y fin de semana suelen no distinguirse. Hay quienes señalan que todos los días son lunes y quienes señalan que todos son domingos.
En cualquier caso, la sucesión de los días amenaza con volverse plana y continua.
Muchas personas deciden, entonces, mantener conscientemente la distinción y “respetar la esencia” del fin de semana con alguna actividad particular o con una comida especial.
Para quienes no trabajan o no estudian fuera del hogar y antes lo hacían, en cuarentena prima la ambivalencia de la duración del tiempo: el tiempo no alcanza y el tiempo sobra, los días son extensos y se hacen más cortos, son interminables y se pasan volando.
La superabundancia y la escasez del tiempo aparecen siempre ligadas a su homogeneidad: “Me sobra el tiempo porque no encuentro nada para hacer”, “me falta el tiempo para hacer algo distinto”.
Quienes no pueden llevar a cabo su actividad habitual la extrañan. Quienes la desarrollan dentro de casa encuentran muy difícil circunscribir un tiempo para ella (y, a veces, un espacio).
El trabajo y el estudio fuera del hogar aparecen como los grandes organizadores ausentes de la rutina, también para amas de casa, jubiladas y jubilados, y para aquellos que no trabajan fuera del hogar.
No es sólo la multiplicidad de actividades lo que organiza la rutina y diferencia el tiempo. Es la variedad de relaciones que estas implican, la cual puede encontrarse además en otros ámbitos, como la iglesia, la cancha o la cafetería.
Las interacciones con diferentes personas hacen que el tiempo no sea el mismo. Como dijo una entrevistada, al referirse a la convivencia con su familia, “se extraña interactuar con otros”.