En la actualidad muchos actores intervienen en la recopilación de datos de nuestra vida online.
Desde el proveedor de Internet, el administrador del Wi-Fi, el sistema operativo de nuestros dispositivos, los sitios web, los buscadores y hasta las apps que utilizamos diariamente, todas tienen acceso a la información que enviamos y recibimos, como la ubicación geográfica para funcionar el GPS.
Desde que concedemos los permisos requeridos por la aplicación, la compañía recopila una serie de datos que parten del hardware de nuestro dispositivo.
Así, Google cedió particularmente las direcciones IP de personas que buscaron la dirección de una víctima de incendio para vincular a una de ellas con un número de teléfono que luego fue identificado en cercanías del lugar.
En Estados Unidos, una orden policial solicita las “palabras clave de búsqueda”, lo que les permite a las autoridades federales tener acceso sin restricciones al historial de búsqueda de ciudadanos.
Así se genera lo que se conoce como “palabras clave garantizadas”, un tipo de orden de búsqueda inversa que podrían violar el derecho a la privacidad.
Este pedido de la policía a Google es similar a los de georreferencia, donde se solicitan datos sobre todos los dispositivos conectados en un área y un momento específicos.
Ante esta situación, preocupa que personas inocentes terminen perjudicadas por las solicitudes policiales sobre las actividades online, como búsquedas en Google o estar en cercanía de una locación física.
Organismos de derechos humanos se han pronunciado ante las órdenes de arresto basadas en la “vigilancia por redes”, al considerarlas ilegales.
La vigilancia corporativa de Google, que recopila y almacena información sobre toda nuestra actividad digital, puede usarse fácilmente para impulsar la vigilancia gubernamental autoritaria.
Ninguna persona debería ser el objetivo de las fuerzas del orden partiendo de una búsqueda en Internet.
La Industria de la Vigilancia podría representar una amenaza seria y profunda, cuyos costos son intencionalmente ocultados por funcionarios y ejecutivos mucho más ansiosos por hablar sobre nuevas características que sobre estrategias de recolección de datos.
Incluso algunos, creen que esta industria es un renacimiento del totalitarismo, que convierte a la gente en títeres de magos manipuladores de datos.