Las prohibiciones nunca solucionaron nada

Archivo - Carne vacuna argentina. Foto NA: Pablo Lasanky



“Si buscás resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Esta famosa frase de Albert Einstein pareciera ser desconocida por las autoridades que rigen los destinos de la Argentina.

Es la única manera de entender por qué motivo a partir del 20 de mayo el ministro de Agricultura, Luis Basterra, decidió mediante la Resolución 75 cerrar, y luego el presidente Alberto Fernández mediante decreto 408 vigente desde el 23 de junio, limitar, las exportaciones de carne vacuna como hace 15 años.

Todo pese a que ambos debieran conocer que esa medida fracasó y ocasionó males que, a la fecha, no han podido ser revertidos en su totalidad.

Ha costado muchísimo trabajo recuperar y conseguir nuevos mercados internacionales, como así también la confianza de los clientes perdidos por aquella decisión.

En el camino quedaron millones de cabezas de ganado (aunque es algo trillado, perdimos el equivalente a todo el rodeo de la República Oriental del Uruguay), cientos de industrias, y miles de puestos de trabajo. Y los funcionarios deberían saberlo.

A todas luces estamos en presencia de una medida desafortunada, tomada tal vez con el fin de engrosar las urnas con votos de la clase trabajadora, a quienes pretenden hacerles creer que la carne está cara porque se exporta, o porque se vende en el país a precios internacionales.

Este último argumento (si fuese cierto) fácilmente podrían solucionarlo importando carne. ¿Por qué no toman esa medida? La respuesta es muy fácil: la carne en el extranjero es más costosa que en la Argentina.

Produce cansancio a esta altura tener que seguir explicando que casi el 80% del volumen de carne vacuna exportada no es de la calidad que consumimos los argentinos.

Nosotros consumimos cortes de vaquillonas y novillitos, no de vacas, y menos aún de “vacas manufactura”.

Y como broche, como ocurrió también anteriormente y como se anticipara en esta oportunidad, el precio de la carne vacuna no sólo no bajó con la implementación de estas medidas, sino que por el contrario aumentó.

Flaco favor le hicieron también a varios miles de trabajadores de las plantas frigoríficas exportadoras que ven mermados sus ingresos mensuales en torno al 40% de lo que venían percibiendo.

Por cuerda separada la restricción de exportaciones de carne vacuna, sobre la base de anteriores experiencias, traerá como consecuencia para el sector productivo, y ya lo estamos observando, bajas de precios, principalmente de la vaca manufactura y conserva.

Además, los criadores, debido a la falta de expectativas y a la incertidumbre de futuras medidas, producirán en menor cuantía, y dejarán de “hacer” animales más pesados.

Esto significará un gran retroceso en el incremento del peso promedio de faena que lentamente venía lográndose en los últimos años, y tan necesario para compensar la falta de stock ganadero (tenemos prácticamente el mismo stock que hace 40 años), produciendo mayor cantidad de carne con el rodeo que contamos actualmente.

Este paulatino incremento en el peso promedio de faena, comenzó a visibilizarse cuando quitaron las restricciones de peso mínimo de faena.

Desde el Gobierno justificaron las medidas de cierre y restricción de exportaciones manifestando que eran transitorias, que el objetivo que persiguen es que baje el precio de la carne al consumidor y que en un plazo de 30 días darían a conocer un “Plan Ganadero”.

Plan que, entre otras cosas y con el tiempo, eleve la producción anual de carne vacuna de poco más de las tres millones de toneladas actuales, a cinco millones.

Con lo que no sólo se podrá exportar más, sino que habrá también mayor oferta de carne para la mesa de los argentinos, y eso provocaría una baja considerable de precio.

Los 30 días ya transcurrieron: desde el sector agroexportador se envió un proyecto para lograr un verdadero Plan Ganadero, se mantuvieron varias reuniones con funcionarios de distintas carteras.

Podría decirse que hasta se acordó que, ya que es una medida sin sentido, liberen la exportación de vaca con destino a China, y también autoricen las exportaciones a Israel, país que quedó afuera de las excepciones (Cuotas Hilton, 481 y Estados Unidos) y que motivara reclamos diplomáticos por ello.

Funcionarios de alto rango manifestaron que el anuncio de estas medidas era “inminente”, pero los días pasan y el anuncio sigue sin aparecer.

Por las restricciones a las exportaciones, dejará de ingresar al país un importe cercano a los 100 millones de dólares mensuales e implicará una merma de aproximadamente 25.000 toneladas de producción.

 Es necesario y de manera urgente que las autoridades competentes levanten las restricciones que pesan sobre el comercio exterior de carnes; es el único camino que nos va a conducir a elevar el nivel de producción y al mismo tiempo y de manera inmediata recuperar el nivel de ingreso de divisas que aporta este sector y que tanta falta le hacen a nuestro país.

Las prohibiciones nunca solucionaron nada”.

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