NEUQUÉN (ED) — A miles de kilómetros de distancia, la Finalissima nos volvió a meter en la ilusión del mundial. Ese mismo que se nos escapó de entre las manos en 2014. Muchos de estos jugadores, que para algunos estaban retirados, volvieron a regalarnos alegrías, ahora contra el clásico Italia y como si fuera poco, por triplicado.
A los neuquinos no nos cuesta encontrar excusas para celebrar, y otra vez nos olvidamos del bajo cero.
Nuevamente el monumento a San Martín se volvió a rodear de banderas argentinas. El frío no frenó a un centenar de jóvenes que mudaron su euforia, abrazados a la celeste y blanca, junto al monumento que recuerda al libertador de la patria. Ese lugar tan nuestro, tan neuquino.
Habrá tiempo para pelearse con los de Rosario Central que reclaman a Di María, si cambios de Scaloni fueron buenos y o si Dybala tiene ya el boleto asegurado a Qatar.
Así como se fue de rápido la tarde, muchos nos pegamos al televisor, nos olvidamos de Alberto, de la inflación galopante y lo que viene después. Por ahora déjame festejar, que momentos para enojarme en este país, sobran. Se viene el mundial, que no se corte.