Volvamos a la esencia de la Navidad

Compras navideñas Foto NA: MARCELO CAPECE



Como todas las cosas, el paso del tiempo va corrompiendo, la Navidad también ha sufrido alteraciones en su verdadero espíritu y significado a lo largo de la historia. Se han sumado elementos extraños a su verdadera historia y se ha alterado el mensaje de lo que significó la primera Navidad, allá en Belén.

El famoso “arbolito (pino) de navidad”, proveniente de los cultos y costumbres paganas de los países nórdicos, prácticamente ha suplantado al pesebre como elemento central de la navidad. Ese pino inexistente en Palestina se lo ha llegado a asociar como el símbolo por excelencia de la celebración cristiana.  

Los simpáticos personajes de Papá Noel o Santa Claus, también provienen de tradiciones muy tardías al nacimiento de Jesús y ajenos al ambiente donde se desarrolló la primera Navidad. Son como intrusos que se ha apropiado de un lugar que no les corresponde.  Se trata de un personaje que vivió en el siglo IV y que un novelista de 1823 escribió un poema imaginando que Papá Noel surcaba el cielo en trineo tirado por nueve renos. Posteriormente en 1931, en los EEUU, una conocida marca de gaseosa lo disfraza con sus colores para su campaña navideña.

El enfoque de fiesta, comida y bebidas que se le da a esta ocasión, altera el marco de “culto al Rey que ha nacido”. Cuando se habla de Navidad nuestra mente rápidamente lo asocia a fiestas y alagos entre nosotros.  Pero los pastores y los reyes de oriente se acercaron al pesebre, no para celebrarse a sí mismos ni para “enfiestarse”,  sino para celebrar y adorar al Salvador, al Mesías que había nacido.

El dueño de la posada, que le responde a José y María: “No hay lugar para ustedes en la posada”, sigue siendo el vívido reflejo de la humanidad de hoy, que frente a la Navidad le da lugar a todo menos a Jesús.  Organizan sus viajes, sus encuentros familiares o de amigos, sus comidas, su música y sus compras y ventas; pero no hay lugar en sus agendas para Jesús.   

Si bien esos y otros elementos son extraños a la tradición cristiana, podemos recurrir a los evangelios y redescubrir el verdadero origen y significado de la Navidad

La estrella que guió a los reyes de oriente nos recuerda que Dios siempre provee dirección a los que le buscan.  Así como los reyes llegaron con precisión de GPS al establo donde se encontraba Jesús, así Dios guiará hacia Él a quienes verdaderamente le busquen.

El  establo y el pesebre que hizo de cuna para Jesús nos enseña que Dios puede habitar en el más humilde de los hombres; que Dios no hace diferencia entre las personas y que no vino a apropiarse de palacios pues Él había venido a servir y no para que le sirvan.

Los reyes de oriente nos enseñan que así como ellos se esforzaron y perseveraron a lo largo de un camino difícil y peligroso, así hay que esforzarse en buscar a Jesús.  No siempre es fácil, pero siempre habrá bendición.

María la madre de Jesús, esa joven sencilla de una aldea humilde nos da un claro ejemplo de obediencia y sometimiento a la voluntad de Dios.  Hay muchas cosas que no podemos comprender pero si tan solo sabemos que sus propósitos para nuestra vida son buenos, podremos decir como ella: “eh aquí tu sierva, hágase conmigo conforme a tu voluntad”

 JESÚS, el Salvador; EMANUEL, Dios con nosotros.  Más allá de todos los actores de reparto o aquellos que sin pertenecer se han apropiado de un pedazo de esta fiesta, JESÚS es el actor central, Él es la estrella brillante del firmamento, Él es la razón de la Navidad.  Sin Él la Navidad no existe, sin Él la Navidad no tiene sentido.  Es Jesús quien debe volver a ser el centro, el foco central del acto de la Navidad.   No importa nuestra condición humana o el estado de nuestro corazón, Él está dispuesto a nacer en nuestras vidas y cambiarlas para siempre como cambió la historia en un “antes o después de Cristo”.

Colaboración del Pastor Hugo Márquez – Iglesia “Jesús es Rey”   

3 COMENTARIOS

  1. Maravillosa exposición y reflexión sobre la verdadera navidad. Jesús el único merecedor de atención y no nosotros, simples mortales y necesitados de su gracia y favor permanente.

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