Una marea de guardapolvos blancos




Cada 4 de Abril, desde ese fatídico 2007, a las calles de Neuquén las inunda una marea blanca: blanco color de tiza, blanco como los guardapolvos de la escuela pública, gratuita y laica.  

Ese 4 de Abirl de 2007, pasó lo inimaginable: las tizas se mancharon de sangre, de la sangre de un docente neuquino, Carlos Fuentealba. Y detrás del gatillo que le quitó la vida, sus asesinos quedaron expuestos a la condena social del país y del mundo entero… Porque: ¿quién mata a un docente, por la espalda, a quemarropa? Existe alguna falta que amerite tal acto de barbarie? ¿Quién se atreve a tanto? Aquellos que “ignoran la decencia, y desprecian la docencia”, sentenciaba Eduardo Galeano.

Doce años atrás una larga huelga de 30 días llegaba a su punto más candente, con la decisión por parte del gremio docente ATEN de endurecer las medidas de fuerza ante un gobierno provincial, encarnado en la figura de Jorge Omar Sobisch, que se mostraba intransigente a los reclamos de mejora salarial, en un contexto de crisis económica que hacía que el salario docente se viera cada día más devaluado. 

La medida votada en Asamblea docente incluyó llevar la protesta a Arroyito, a las puertas de un fin de Semana Santa. Más de mil docentes llegaron esa mañana al destino pautado. También, por parte del gobierno, la noche anterior habían arribado grupos especiales de la Despo, el grupo especial de la policía metropolitana, la tanqueta hidrante y los grupos especiales GEOP de Cutral Co, Zapala y Junín de los Andes. 

Se llevaron más de 600 municiones, entre cartuchos de escopeta 1270 y cartuchos de gas lacrimógeno, además de las municiones y armas reglamentarias. Este despliegue dejaba en evidencia la mentira, por parte del gobierno, de que no se iba a usar la fuerza policial. 

El comisario Rinzafri le dio la orden a los dirigentes gremiales de que en cinco minutos desalojaran la ruta, “por las buenas o por las malas” a la altura del puente de Arroyito. En plena retirada, comenzó primera etapa de la más cruenta represión, signada por la ola de gases lacrimógenos, disparos, corridas, gritos de desconcierto. Más adelante, los manifestantes intentaron replegarse y reagruparse en la estación de servicio de Arroyito, donde se produjo la segunda oleada represiva. 

Las fuerzas policiales, sin medir consecuencias, dispararon a mansalva, ignorando la presencia de los autos particulares y de los micros de larga distancia, avanzando a campo traviesa en lo que es recordado por muchos docentes allí presentes como una “cacería humana”. 

En medio del caos, un Fiat 147 intentaba subir a la ruta con dirección a Senillosa, cuando el cabo Darío Poblete disparó a muy corta distancia un proyectil de gas lacrimógeno a la luneta, donde iba Carlos Fuentealba. El proyectil impactó de lleno en su cabeza. 

Horas después, en el hospital Castro Rendón declaraban la muerte cerebral del docente. Y comenzaba el largo peregrinar de Sandra, su esposa, que acompañada de sus hijas y el gremio docente ATEN, llevó su reclamo de justicia a todas las instancias habidas y por haber, acompañada por una sociedad que no terminaba de comprender tamaña represión y su desgraciada consecuencia.   Y

La causa Fuentealba se dividió en dos partes: la I se expidió acerca de la autoría material del disparo que terminó con la vida de Carlos. La II contra los autores intelectuales y responsables políticos de la misma. De esta manera, la fiscalía garantizó la impunidad del poder político. Quince meses después, la Cámara Primera de Neuquén condenó al cabo Darío Poblete a prisión perpetua por el delito de “homicidio calificado agravado doblemente por abuso de su función de policía y por alevosía”. 

Sobisch fue testigo en esta causa, pero se desligó de su responsabilidad, y apuntó contra la Policía por los fatídicos hechos del 4 de Abril. El 15 de junio de 2015 se fotografió a Poblete caminando por las calles de Zapala, sin custodia policial, sin esposas, libremente, haciendo alarde de la impunidad y en un claro gesto de burla a la comunidad neuquina.

En 2017 se cerró la causa Fuentealba II, tras dormir 10 años. Pero en marzo de este año, la Corte Suprema de la Nación, con el voto de los 5 vocales por unanimidad, reconoció la gravedad de la causa, que atenta contra los derechos humanos, contexto por el cual, no puede prescribir como una causa cualquiera. Y ordenó a la Justicia neuquina reabrirla.

Doce años atrás Jorge Sobisch lanzaba su candidatura a presidente de la Nación. La condena del pueblo catapultó su candidatura a un vergonzoso fracaso y a su desaparición de la escena política, provincial y nacional, por un buen tiempo.

Doce años después, relanzó su candidatura a gobernador, amparado por el partido que se creó para tal fin, Democracia Cristiana. Obtuvo el apoyo del 10% de la población neuquina. El slogan de su campaña: “Se terminó la joda”, prolongando aquel fantasma de la política represiva contra los trabajadores, de la violación a los derechos humanos, de impunidad, de injusticias.

En una nueva jornada de lucha enmarcada en un paro provincial y nacional, este 4 de Abril las actividades comenzaron bien temprano con un acto en Arroyito, una caravana de bicicletas que partió desde este lugar con destino a la capital neuquina “para no olvidar”, que fue recibida por una multitudinaria marcha, por una marea de guardapolvos blancos.

El cierre del acto, estuvo a cargo de una lista de oradores, en la que no faltaron los principales dirigentes sindicales. La figura que no podía estar ausente, su viuda, Sandra Rodríguez también se expidió acerca de la campaña electoral de Sobisch. “La joda se va a acabar cuando la justicia neuquina investigue la responsabilidad que tuvieron los imputados en la causa Fuentealba II  que incrimina a los máximos responsables políticos, incluidos los 15 policías que ordenaron la represión ese 4 de Abril de 2007, entre ellos al ex gobernador Jorge Sobisch”, lanzó. 

Carlos Fuentealba es un muerto incómodo, rezaba Eduardo Galeano, cuya resurrección cada 4 de Abril, le recuerda a sus asesinos que no hay impunidad eternamente impune. Esperemos que esta vez la justicia haga bien los deberes. Se lo debe a Sandra y a sus hijas, se lo debe al pueblo neuquino.

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